sábado, 2 de junio de 2012

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En el momento no ves otra salida, aunque tampoco te paras a buscar con ganas. Lo único que sabes y que te importa es que duele, que algo dentro de ti parece querer revelarse. Como si tu operación de trasplante de órgano hubiera salido mal y tu cuerpo lo rechazara. Solo que no se trata de un órgano, lo que tu cuerpo rechaza es a ti mismo. Rechaza la idea de en lo que te estás convirtiendo, de en lo que puedes llegar a convertirte y de en lo que te has convertido.
Resulta curioso el efecto que el dolor emocional causa en las personas. Nos corroe las entrañas, nos taladra el cerebro. A veces puede llegar a compararse con tener veneno por sangre, un veneno que te emponzoña poco a poco y que necesita ser sacado del organismo.
Y entonces, en ese punto exacto, es en el que el dolor te hace tener miedo de ti mismo. Miedo de quedarte así para siempre, de no ser capaz de superarlo, de estar solo. Miedo de tus sentimientos y pensamientos. Miedo de la muerte. Pero lo que es peor, miedo de la vida.
Entonces te cansas de sufrir, decides que el momento de sacar la ponzoña de tu sistema ha llegado. Pasas de verte acechado por el dolor a hacerlo por ese pensamiento.
¿Y si no puedo hacerlo? ¿Y si puedo?
Escrito por @CanGo2Neverland